lunes, 3 de junio de 2013

No llores



Es curioso como son encontradas imágenes hermosas en el momento y lugar que menos esperas y más aún cuando no las buscas en particular. Eso mismo pasó hoy en el autobús que tomo para ir a la escuela.
Extrañamente, justo cuando me pare en la esquina de la cuadra para esperar el camión, uno se aproximaba. Inmediatamente subí.  Estaba algo lleno, aun asi había asientos libres. No ocupe uno solo y preferí sentarme al lado de un hombre. Cuando me senté, del lado derecho y un asiento hacia atrás vi a dos chicos. Ambos de jeans y playeras blancas (no iguales), el que iba recargado en la ventana me vio fijamente un momento mientras me sentaba. Pronto llamo mi atención. Aunque solo lo vi de reojo note que su piel era blanca y su rostro era muy fino y delgado. Quería voltear a verlo, pero hubiera sido muy obvio ya que tenía que voltear hacia la derecha y un poco hacia atrás. Pretendía mirar la puerta trasera del autobús para poder echar un vistazo al chico. Tenía los ojos claros, su cabello era delgado, castaño claro de un tono casi grisáceo.  Volví a voltearme, pero las ansias de seguir viéndolo eran muy fuertes.
El chico más alto con el que estaba hablando se bajó y se quedó solo. Ahora que estaba solo veía más directamente a la ventana lo que me permitió observar con un poco más de calma su rostro, sin dejar de tener precaución. Veía por la ventana, sin importarle mucho. Hasta ese punto no había notado que su rostro estaba un poco rojo, en especial sus ojos. Se veía como débil.  Su pose contra la ventana era perfecta y sus ojos…esos ojos melancólicos…es en momentos así cuando desearía tener una cámara. Desee voltear y hablarle, pedirle que me dejara fotografiarlo, decirle que su rostro era hermoso y expresivo, que su expresión era la correcta para cautivar a cualquiera. Deje de verlo un rato, dejando a un lado mis incesantes deseos de capturar su imagen. Cuando lo volvi a ver ahora note aun mas el enrojecimiento en sus ojos, su rostro mostraba algo: tristeza, dolor. Ese enrojecimiento era por algo. Vi sus manor, igual  de delgadas que todo su cuerpo, con las uñas totalmente mordidas. Algo lo atormentaba. De vez en cuando se frotaba el entresejo con el dedo índice y pulgar y agachaba la mirada desviándola de la ventana.  Me sentí aun mas cautivada, ese precioso ser tan frágil en cuerpo y alma.
Faltaba poco para llegar a mi escuela. Volví a ver pero esta vez casi de reojo. Cubría sus ojos con su mano, la apretaba mucho a su cara, se veía muy rojo, como si usara un antifaz. Estaba llorando. Quise levantarme, quise ir con él, quise abrazarlo, quise ver sus ojos llorosos y decirle, “está bien”, quise sostener su frágil mano y besarla, sostenerlo para no dejar que se quebrara, sostenerlo y no dejarlo ir. Pero me quede donde estaba y deje de verlo, lo observaba levemente solo por el rabillo del ojo. Su cara seguía muy roja. 
Casi una cuadra antes de mi escuela se levantó para bajar. De pie pude notar lo delgado que estaba, era demasiado, sus piernas parecían incapaces de sostenerlo, la playera blanca le quedaba muy holgada, además, era más bajo de lo que pensaba, tal vez incluso más que yo. Bajó del camión y cruzo la calle.
Cuando me baje en la esquina de mi escuela me apresure para ver si lograba distinguirlo y sí. Vi esa frágil silueta clara caminando adentrándose a una calle cargando su grande mochila negra, que parecía demasiado grande para él, para su delicado, frágil y hermoso cuerpo.

 Solo quisiera haber podido decirle “No llores, aquí estoy para ti.”

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