El ardor en mi nariz de manera instantánea cada vez que me
acerco. Es agradable, pero cala demasiado en mi nariz, se alberga por dentro de
mi tabique, y permanece ahí mucho tiempo, casi duele. Me gusta ese dolor,
porque sé que está cerca. Intento aspirarlo todo a pesar del escozor, quiero
llenarme de su presencia. El solo pensar en eso hace que empiece a sentir el
hormigueo en la nariz. Espero que mi nariz no se estropee, es demasiado fuerte.
Es el olor a jabón. Es como el olor de las sabanas recién
lavadas finamente dobladas sobre una cama, pero multiplicado 50 veces. Es
excesivo. Es molesto y vulgar pero a mí
me fascina. Me hice experta en ello. Sé dónde está por su olor. Si el viento
gira en alguna dirección su aroma me llega como un regalo de paloma mensajera.
He caminado detrás suyo, a metro y medio de distancia y recorrido los mismos
pasos, pues su olor queda impregnado marcándome el camino como un espectro de
humo perfumado zigzagueante.
No sé si haya notado que cuando estoy cerca mi nariz se abre
mucho más. Tal vez ya lo hizo. Es demasiado evidente, además de que no intento
disimularlo ni un poco cuando esta frente a mí. Si intento recordarlo recuerdo
su olor. Es tan fastidioso. Quisiera poder abrazarlo algún día para poder
sentir aún más cerca esa fragancia molesta y ridícula que me hace ceder. Mas no
creo que suceda alguna vez.
Es su olor el que me atrae y es mi presencia lo que le
molesta. Si estoy cerca él se va lejos; no resiste estar muy cerca mío por más
de 5 minutos. Siempre debe estar a casi un metro de mí. He notado su disgusto y
es evidente que solo demuestra ese rechazo conmigo. Es muy desalentador pero
aun así no le encuentro sentido alguno. ¿Por qué alejarse? Cualquier otra
persona se aprovecharía cruelmente de alguien que este a su merced como yo lo
estoy, pero no. Lo contrario. Lo que recibo
es su aversión, su miedo y su indiferencia.
Lo único que me queda es la irritación en la nariz después
de aspirar su aroma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario